PERFECTA
La piscina se
vería salpicada con las primeras hojas del otoño, el césped con un verde
intenso, impecable como siempre y seguramente el aire jugueteaba con las
hamacas del porche a su antojo.
Elsa se
encontraba de pie junto al ventanal, la mirada opaca, los ojos irritados de ignorar
las lágrimas, recordaba con angustia como si fuese ayer sus disputas con
Fernando, su marido durante más de quince años.
-Vamos
Elsa,-repetía –Deja de obsesionarte. Sabes que te quiero tal y como eres, ¿lo
sabes, verdad?
-¡Ya basta
Fernando! Así no me ayudas, sabes que será la última vez, lo necesito.
-¡Ja, la
última! No me hagas reír es la cuarta “última”
vez que te oigo decir. Estas trastornada, me asusta tu falta de sentido común.
-Por favor no
empieces de nuevo con eso, estoy en las mejores manos, ya has visto los
resultados anteriores ¡Son espectaculares!
-No te entiendo
Elsa, estas cambiando. Quiero que regrese la mujer divertida y risueña con la
que me case, cada día te reconozco menos.
-No te pongas
melodramático Fernando, no va con tu carácter. Te prometo con esta intervención
pondré el punto y final y después haremos ese viaje por Europa.
-¡Promesas,
promesas! ¡No lo soporto! Quiero que no vuelvas a pisar esa maldita clínica con
su embaucador Dr. Marcos a la cabeza.
-No te
consiento que digas eso del Dr. Marcos, el no tiene nada que ver con mi
decisión
-¡Ja! No me
hagas reír, desde que lo conociste no ha hecho otra cosa que influenciarte, ¿no
te das cuenta que te moldea a su antojo?
-Se acabó no
tolero que me hables así, además para tu información te diré que ya he firmado
mi consentimiento, así que no hay nada mas que hablar.
Se sostuvieron
la mirada unos instantes, los ojos de Fernando reflejaban la ira de un animal
salvaje. Con la mandíbula tensa, los puños apretados, giró sobre sus talones y
desapareció.
Elsa parpadeó
varias veces para regresar de nuevo al salón de su enorme y solitaria casa.
Se dirigió al
sofá, cogió una manta, se acurrucó, y lentamente saco la carta que guardaba en
su bolsillo
Se acerco el
documento a los ojos y releyó de nuevo:
“Citación del Juzgado de lo Penal número cinco
Demandante: Sra. Elsa Grijalba Ramiréz
Demandado: Sr. Marcos Romero Alcantara
Acusación de la demanda: Delito contra la salud
pública y negligencia profesional
Se cita ha ambas partes el próximo 28 de octubre del
presente a las 11:00 horas en la sede de los Juzgados
Cláusulas legales:
En caso de incomparecencia de los demandantes, el
caso será sobreseído”
Elsa deja caer
la carta al suelo y pulsa de nuevo el “play” del contestador:
¡Sobreseído! Maldita sea Elsa reacciona. Ese canalla
no puede salir impune, tienen que condenarlo para que no vuelva a ejercer como
cirujano jamás. Por favor piensa en el daño que puede hacer a otras personas
ese sádico del bisturí.
¡Elsa! Coge el maldito teléfono.
Junto al sofá,
en la pequeña mesilla donde reposa el contestador automático, un sinfín de
píldoras desparramadas rodea una botella de whisky y un vaso con hielos.
Con mano firme Elsa se llena el vaso coge una pastilla y hace un brindis al aire.
-Por mi pecho
firme como una veinteañera.
Coge de otra
píldora y repite de nuevo el ritual
-Por mi abdomen
sin un gramo de grasa.
Enumerando una
tras otra las operaciones estéticas a las que se había sometido con el
prestigioso Dr. Marcos Romero, concluyó su último brindis.
-Por esta mueca
de sonrisa ridícula congelada en el tiempo. Por mis ojos tan espectacular mente
rasgados que acabó afectando al globo ocular, dejarme sumida en penumbras.
Caso
sobreseído.¡Enhorabuena Doctor!
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